Ficción y realidad

Columna de Orlando Sáenz Rojas

El arte suele adelantarse a la historia porque el verdadero artista tiene una sensibilidad que capta los conflictos que germinan en las almas incluso antes de que se reflejen en la conciencia intelectiva. Por eso, las ultimas pinturas
de Goya se asomaron a los terrores que existen en el alma humana casi un siglo antes de que Freud los conceptualizara, Stravinski compuso el frenesí y las angustias de “La Consagración de la Primavera” cuando Paris todavía dormía en la “Belle Epoque” y el cubismo de Picasso denunciaba la dislocación del ego antes de las tragedias de los últimos tiempos. La realidad es que en todas las verdaderas vanguardias subyacen certeras profecías.
Si es que el cine es el arte que más válidamente expresa la sociedad de estos tiempos, debiéramos prestar atención a los temas que le son obsesivos porque seguramente algún día serán realidad. Nuestro encuentro con seres
inteligentes de otras partes del universo, las catástrofes cósmicas que amenazan la supervivencia de nuestra especie, el terrorismo que desencadena un holocausto nuclear, todo eso y más son hoy día campo para la fantasía, pero algún día serán historia. Cada vez que salimos de una sala de cine tras ver una buena cinta sobre esos temas, movemos la cabeza y murmuramos ¡qué entretenida, pero qué inverosímil!
¿Cuántas buenas películas hemos visto sobre golpes de estado en Washington? ¿Cuántas de ellas las tildamos de excesivamente fantasiosas? Pero la realidad siempre supera a la más afiebrada imaginación y lo que el miércoles 6 de enero vimos en la televisión fue algo que ningún libretista de Hollywood se habría siquiera atrevido a plantear: un intento de golpe de estado planeado e implementado por el propio Presidente de Estados Unidos.
Porque eso fue lo que ocurrió y ni siquiera se trató de disimular su naturaleza y su premeditación. Las pruebas de ello son tan evidentes que hasta ni vale la pena enumerarlas, pero la gravedad de ese cargo obliga a hacerlo.

- Campaña Preparatoria.- Desde que perdió la elección de noviembre, el
Presidente Trump inició una campaña de rechazo del resultado electoral aduciendo que era producto de un gigantesco fraude. Nunca exhibió una prueba de ello y ni siquiera una teoría de cómo podría producirse un falseamiento de tales proporciones, para no mencionar
la magnitud y la complejidad que hubiera sido necesaria para producirla por parte de un partido político en la oposición. La única explicación de una tal campaña es el deseo de excitar la belicosidad de sus partidarios más exaltados hasta hacerlos perder la capacidad de razonar.
- Acarreo de Violentistas.- Ya se ha revelado que entre los asaltantes del Capitolio había muchos venidos de lejanas locaciones. Eso es segura muestra de un acarreo premeditado de agitadores experimentados y reconocidos.
- Porte de Armas.- Nadie lleva armas si el propósito es asistir a una manifestación de apoyo frente a la Casa Blanca. Los que las portaban sabían de antemano que después de la manifestación de apoyo vendrían eventos en que esas armas tendrían sentido.
- Invitación al Capitolio.- Todos conocemos el discurso con que el Presidente Trump invitó inequívocamente a la multitud a marchar sobre el Capitolio y hasta se comprometió a encabezarla. Tanta fue su imprudencia, que solo puede interpretarse como fruto de una enajenación mental o de absoluta seguridad en el resultado de la aventura.


- Desprotección del Capitolio.

 

- Con todo lo anterior y con tiempo más que suficiente para tomar medidas precautorias, la desprotección con que la turba encontró al icónico edificio solo pudo ser posible con la

complicidad consiente de quienes podían y debían defenderlo. Y ello exige una planificación previa.
- Contactos con Congresales Atrapados.

 

- Consta que, durante las cuatro horas en que el Capitolio estuvo ocupado, el Presidente Trump llamó a congresales partidarios suyos para instarlos a aprovechar las circunstancias para descalificar los resultados de la elección de Noviembre. Eso solo puede significar que había un cierto número de congresales coludidos con el mandatario para interpretar la invasión de la muchedumbre como un anhelo patriótico de evitar el éxito final de un fraude electoral nunca probado y altamente imposible.

Con todo esto a la vista, sería muy fácil hacer del Presidente Trump reo de un planificado autogolpe de estado. No solo eso, si a lo ocurrido siguen investigaciones acuciosas, sería posible limpiar la política norteamericana de
muchos que hoy son verdaderamente enemigos de su democracia. Pero se trata de un país en que este tipo de situaciones suelen caer en un tenebroso misterio. Todavía hoy los ciudadanos de ese país no saben la trama que se
ocultó tras los asesinatos de Lincoln y de Kennedy y están obligados a creer que esos magnicidios fueron fruto de iniciativas de un solo enajenado. Con esos antecedentes a la vista, no podemos estar seguros de que si alguna vez
se sabrá la trama tras lo ocurrido en ese fatídico 6 de enero de 2021.
Habrá muchos que crean que lo ocurrido facilitara el gobierno del Presidente Biden. Pero no creo que sea así. El hizo su campaña entorno al propósito de reconciliación y de unidad nacional, y lo ocurrido lo obligará a gobernar en un
clima de odio y sospecha. También lo ocurrido exacerbará las demandas de los sectores más extremos de su propio partido porque ya no será tan vulnerable al obstrusionismo de un Partido Republicano en demolición.
Tendrá que recomponer la posición norteamericana en el mundo con su propio país cuestionando sus instituciones. Podría ahondarse el análisis de lo que sin duda será un panorama de gobierno sumamente complejo y peligroso, de modo que no sería raro que las propias circunstancias le dieran a Trump todo el margen de malos deseos que sin duda siente para con la gestión de su vencedor.

También es dudoso de que destruir la figura de Trump sea la tarea más conveniente para el Partido Demócrata. Trump es mucho más peligroso y dañino para los republicanos que para los que a partir del 20 de enero serán oficialistas, de modo que no es muy racional el exaltado ánimo de hoy de convertir a la mayoría demócrata del congreso en la verdugo del nefasto expresidente.
El futuro está lleno de incógnitas, de dudas y de trampas, no solo para los norteamericanos si no que para todo el resto del mundo que nos hemos acostumbrado a ver en el gran país del norte el bastión inconmovible de nuestros ideales de libertad y democracia. Por eso es que, por ahora, solo podemos esperar que tenga un final feliz la mejor película de política ficción que ha tenido el mal gusto de convertirse en realidad.
Orlando Sáenz