Luego de un gigantesco esfuerzo de ecuanimidad y desprejuicio, lamenté mucho que mi razón siguiera afirmando que el moribundo gobierno de Gabriel Boric ha sido el
peor de toda la historia republicana de Chile y de que tendríamos que sumergirnos en el tiempo, hasta un Casimiro Marcó del Pont para encontrar un posible contendor por ese título. Sin
embargo, y a pesar de ese hecho contundente, Gabriel Boric dejará La Moneda con un porcentaje de aprobación del que no gozaron ni siquiera varios de los mejores gobernantes que ha tenido el país,
y eso es algo que debe reconocerse y tenerse en cuenta para cualquier análisis de su futuro.
¿Es que Boric tiene alguna “gracia” tan especial que basta para que lo aprueben como gobernante casi un tercio de los habitantes del país? Yo creo que no es
eso lo que explica el fenómeno si no que este es un síntoma de un fenómeno social mucho más preocupante y grave que el destino de una persona. Es que en Chile se ha formado una enorme masa
ciudadana que simplemente lo aprueba porque lo considera anti sistémico y lo ve como una promesa de un cambio radical que ansía y que no es racional. Como quiera que sea, Boric ha
demostrado que se puede alcanzar el poder sin otro atributo que el de la arenga estudiantil que algún día le permitió ser presidente de la FECH. Cierto es que además de esa virtud
“arenguista” no le habría bastado si no hubiera sido porque fue candidato impulsado por el sentimiento anti – Jadue y luego por el sentimiento anti – Kast pero aun así jamás habría sido
Presidente sin la existencia de ese tercio que, en términos científicos, se llama el proletariado interno que, según “el estudio de la historia” se forma y crece cuando una civilización comienza
a morir. El proletariado interno esta formado por quienes ya no viven culturalmente en la cultura que los vio nacer y desea cambiarla por otra que no sabe como es aparte de que es
distinta.
En todo caso, el hecho firme del que tenemos que sacar conclusiones es que Boric cuenta con un apoyo que le garantiza la condición de factor político gravitante en
el futuro próximo y que, sumado a su propia apreciación y ambición, va a manifestarte continuamente en la política chilena y va a demostrarse como un factor de posible unidad de todo lo que
llamamos izquierda y centro izquierda por la simple razón que basta con su nombre para asegurar un apoyo popular que supera al de la suma de todos esos partidos. Va a ser una nueva Bachelet
con la ventaja de la juventud y de la incapacidad política que lo ha caracterizado como gobernante.
En esa perspectiva, lo más cuerdo es que es tratar de educarlo un poco para que entienda siquiera alguno de los problemas de ejercicio del poder en una nación como
la chilena. Tomemos el caso de su ultimo arenga en que aseguró que no era posible un ajuste presupuestario que recortara US$6000 millones sin causar estragos en la estructura social del
país. Esa aseveración suya demuestra que ni siquiera entiende el problema que representa el sobregasto fiscal y conviene aclararle algunos puntos para que logre entender por qué su sucesor
tiene varias alternativas para alcanzar la meta de ahorro que se propone. Por citar un solo ejemplo de ello, podría crear las condiciones para que las AFP inviertan en hasta comprar el 49%
de acciones de CODELCO, con lo que lograría no solo una enorme cifra si no que crearía un poder controlador de esa empresa que la saque de su destino de comedero político de la izquierda chilena
y le de así un destino de empresa nuevamente floreciente. Pero eso es simplemente un ejemplo de las varias cosas que puede hacer un gobierno sensato e ilustrado en el manejo
económico.
Es bueno que Boric comprenda como es el juego actual de los endeudamientos fiscales. El monto de la deuda pública de un país no es nunca crítico si es que
está logrando crecer económicamente por encima del mayor costo en intereses y amortizaciones a que le obliga el mayor endeudamiento. Lo grave es cuando el endeudamiento aumenta más que el
crecimiento global del país que es lo que ha ocurrido en su gobierno. A Gabriel Boric le conviene entender una verdad que parece paradojal y que es que nunca se ha conocido un país
democrático que pague su endeudamiento público, porque lo que hacen todos es pagar intereses y amortizaciones con el crecimiento de los ingresos fiscales fruto de un desarrollo económico
vigoroso. Los problemas graves comienzan cuando se comienza a dudar de la capacidad de pago de intereses y amortizaciones productos del estancamiento económico y entonces comienza la
pérdida de calificación de la deuda y, el encarecimiento del crédito hasta el punto de hacerlo imposible. Es lo que le ha pasado varias veces a Argentina y es lo que le pasó a Chile durante
la grave crisis de mediados del gobierno de Pinochet. En esa ocasión, la deuda de Chile llegó a depreciarse hasta el 30% de su valor facial y pudo ser superada solo porque se creo el
mercado del capitulo 18 que compraba en pesos chilenos y al valor nominal los pagarés que los empresarios salieron a comprar al mercado internacional.
Cuando un país cae hasta esos límites, puede ocurrir que se le declare en “default” y no queda otro camino que el del sufrimiento público más extremo para lograr
recuperar la calidad deudora pero, para manejar estas realidades se necesita no solo un presidente que las entienda si no que ministros alejados de las patrañas económicas que caracterizan a
ciertas doctrinas políticas.
Se acabo el espacio disponible de modo que será en otra ocasión que seguiremos intentando educar a Boric.
Orlando Sáenz