El caso Matthei

Hace no demasiadas semanas, Evelyn Matthei parecía dirigirse, sonriente y segura, hacia la Presidencia de la República que se dimitiría en las elecciones de noviembre y diciembre.  Irradiaba autoridad, confianza y no eran muchos los que dudaban de que tendría todas las cualidades necesarias para encaminar la nave del estado hacia una ruta de progreso y de superación de las muchas y graves crisis que el país sufre.  Ahora, a menos de un mes de la primera vuelta presidencial, muy lejos de los apoyos necesarios para triunfar, Evelyn Matthei está enfrentada a la casi certeza de haber perdido la oportunidad de oro que antes se le ofrecía.  La de ahora, en esas condiciones, es una Evelyn Matthei vacilante, dubitativa que no sabe a quién apoyaría en la segunda vuelta ni considera posible enderezar al país en los términos que se requieren para sacarlo del marasmo peligroso en que se encuentra.

¿Qué es lo que ha producido el cambio abismal entre la Evelyn Matthei de entonces y la de ahora?  Yo creo que no es una perdida de sus capacidades ni la angustia de la tarea enorme que aspiraba a cargar sobre sus hombros.  En cambio, creo firmemente que ha sido la subordinación de ella al comando que resume sus apoyos políticos oficiales, que son los partidos de la derecha política tradicional.  La candidata que ofrecía gobernar a Chile, se demostró por ese camino, incapaz de gobernar a su propio comando.  Con esa sumisión, se evaporo la imagen de la “dama de hierro” que es lo que Chile necesita y reapareció la imagen de una destacada política tradicional para tiempos relativamente normales.  

Creo yo que el caso Matthei y el desperdicio de su oportunidad dorada, merece un análisis riguroso y desde varios puntos de vista.  La coalición política que maneja a Matthei es la tradicional y conservadora que no tiene más programa de gobierno que el retorno a lo que considera la normalidad.  Lleva muchos años sin percatarse que lo que Chile quiere y necesita es una restauración de algunas situaciones críticas (como la seguridad pública) pero también desea y necesita cambios profundos en su estructura política, social y económica de modo que el simple conservadurismo no es lo que está buscando.  Y esto no es solo un fenómeno de los últimos tiempos que ha asomado con fuerza por el brutal deterioro de estos últimos años si no que es algo que el pueblo chileno ha manifestado desde hace tiempo.  Esa derecha que solo ofrece el retorno al “statu quo” hace mucho tiempo que no entusiasma a nadie y la mejor demostración de ello es que, en los últimos setenta y cinco años, con ese programa solo ha llegado una vez a La Moneda por impulso propio con Jorge Alessandri Rodríguez.

Es completamente explicable entonces que el cambio de cara de Matthei haya acabado con su opción presidencial.  Perdió de vista que Chile está angustiado y que no puede creer que haciendo lo de siempre vayan a superarse las gravísimas crisis que atraviesan el país en lo que se refiere al orden público, a la seguridad de las fronteras, al manejo económico ruinoso, a la corrupción estadual insolentemente exhibida, con el país lleno de lugares donde no llega la autoridad de la ley, etc.   Matthei se dedicó por muchos meses a resaltar esa situación de emergencia que solo puede corregir una voluntad y un coraje de excepción, de modo que no podía si no erosionarla verla ahora señalando que la mayor preocupación es que llegue a La Moneda un gobierno que no garantice el respeto de los fundamentos democráticos.

Yo lamento este cambio que explica el derrumbe de su candidatura y habría votado por ella con placer si hubiera seguido siendo la figura de la “dama de hierro” que en un momento tuvo.  Hoy, en cambio estoy convencido de que esas virtudes que Chile quiere y Chile espera están mucho mejor representadas por Jose Antonio Kast, que no es un “campañista” avezado y ganchero, pero que muestra lo que Chile espera: un programa de gobierno atenido a la realidad del país y manteniéndolo en función del respaldo de una gran mayoría nacional.  He decidido que voy a apoyarlo con mi voto porque estoy convencido de que es el personaje que necesitamos en La Moneda.

En cuanto a los partidos políticos de la llamada derecha ya sabemos que podemos esperar muy poco.  Basta con apreciar como es que se han “farreado” la ocasión única de disipar por larguísimo tiempo la amenaza totalitaria que representa la izquierda marxista.  Si hubieran sido capaces de concurrir con un candidato de unidad y con una lista parlamentaria de calidad y de concordia mutua, le habrían asegurado al próximo gobernante la base para hacer lo más difícil de su tarea que es soluciones drásticas dentro del marco institucional que deseamos todos preservar en sus esencias básicas.

El caso Matthei será un clásico para los estudiosos de la actividad publica en Chile y será un ejemplo de lo que no hay que hacer en las circunstancias de excepción que vivimos.

Orlando Sáenz