Se nos ha ido Sergio Páez dejando huellas tangibles en la historia parlamentaria y política chilena y un socavón enorme en el corazón y el recuerdo de sus amigos de
toda la vida.
Sergio no fue nunca un gran político de arengas y de discusiones doctrinarias, pero fue el mejor “operador político” de su época ya que armado solo con su enorme
simpatía y su perenne optimismo que a veces rayaba en lo utópico, logró acuerdos entre partes irreconciliables razón por la cual hoy lamentan su partida desde todo el espectro político del
país. Su pasión fue la DC y por eso siempre lo utilizaron para conciliar lo inconciliable, tanto en las contiendas internas como en las de todo el parlamento chileno.
Pero hay un pequeño conjunto de amigos de muchos decenios que lo conocieron en su mejor versión, que era la de amigo entrañable y seguro, de esos que se creería que
solo existen en los libros o en las películas. En mi caso, durante más de sesenta años fuimos amigos, socios y aliados. Para mis hijos siempre fue el tío Sergio, así como para mi fue
siempre Sergito, el de la mano extendida cuando yo lo necesitaba. Hoy todos lloramos su partida, pero nos consolamos pensando que goza ahora de la paz que tan esquiva le fue en la vida, en
la que tuvo por frecuentes compañeros a la traición y al desengaño. Ahora descansa en paz y siempre lo acompañará nuestro cariño y nuestro respeto.