No recuerdo ningún gobierno chileno que no haya sido acusado de intervencionismo electoral en pro de su candidato oficialista. Desde ese punto de vista, no tendría nada de extraño que el Presidente Boric esté en campaña. Por otra parte, en toda su vida pública Gabriel Boric no ha hecho otra cosa que hacer campaña: En poco más de 10 años, lo hizo por la presidencia de la FECH; luego para ser electo diputado; luego lo hizo para vencer a Jadue en la primaria de la izquierda; a continuación, lideró su campaña para ser electo Presidente y; no contento con eso, lideró la campaña para la Convención Constitucional y siguió en campaña durante la desastrosa votación en que se hundió todo su programa de gobierno. Ni siquiera eso detuvo su afán de hacer campaña y siguió liderando el NO a la segunda Convención Constitucional. Bastaría con repasar esa larga lista en brevísimo tiempo para, otra vez, no extrañarse de su actual participación en la campaña en que se elegirá a su sucesor o sucesora.
Estas dos evidencias se conjugan para inducir al error de juzgar el actual campañísmo de Boric como algo sin novedad y ello porque existen poderosas razones para estimar que la actual campaña del presidente es singularísima y no tiene precedentes en la historia de Chile. Y ello ocurre al descubrir que la campaña en que ahora Boric está empeñado no es la de noviembre y diciembre de este año, sino que es la suya personal en 2029. Cuando se llega a esa conclusión, lo que no es difícil, se comprende que está inaugurando dos factores nuevos en la historia política de Chile: la de un presidente que postula aún nuevo período antes de dejar su cargo y la de abrir la polémica sobre la norma que impide la reelección inmediata de un Presidente.
¿Qué sentido tiene impedir la candidatura continuista si se demuestra que el presidente sigue siendo el mejor candidato de su sector político para sucederlo? En lo que Boric está empeñado es en demostrar que su aprobación como gobernante es superior a lo que pueden lograr su coalición de gobierno tanto en el plano parlamentario como en el plano presidencial. Si hechos los recuentos del caso, su 32% o 33% de aprobación después de haber hecho el peor gobierno de la historia de chile, es superior a lo que logre las listas parlamentarias del oficialismo, habrá puesto sobre la mesa el peso de un capital político que no puede ser discutido en la coalición de gobierno, la que no tendrá mas opción que acompañarlo sumisamente en la campaña presidencial de 2029.
Lo que más sorprende de esta situación es que tiene muchas más probabilidades de funcionar que todas las causas perdidas en que se empeñó el gobierno de Boric durante su mandato y en estricta oposición a lo que ya adelantaban los cálculos matemáticos. La base de apoyo de Boric, de aproximadamente de un tercio del electorado, no tiene parangón en nuestro país porque está lograda con estricto desprecio de la lógica. No se trata de un apoyo racional, sino que es de ese tipo de apoyo que sólo reside en el plano afectivo y que no es comparable con una adhesión política, sino que lo es con los de una barra brava de un equipo de fútbol. Y ese tipo de adhesión es el que convierte a Boric en el predecible patrón de la izquierda y de la centroizquierda chilena en el futuro inmediato.
No quiere decir todo esto que Boric vaya a ganar las elecciones del 2029, porque cuatro años son otros tantos siglos en el devenir político y porque tal vez está despreciando los obstáculos inmensos que lo esperarían. Es cierto que, desde el punto de vista de candidatos, su sector está arrasado y será el único sobreviviente, pero es tal el número de irregularidades cometidas en su gobierno, que su vulnerabilidad en el plano jurídico institucional será abrumador y muy fácil de levantar. En ese plano sus marcas de campañísmo y de presidente turista serán más bien un argumento negativo que otra cosa.
Por otra parte, el mayor obstáculo que encontrará Boric en su futuro peregrinar hacia un nuevo periodo presidencial será la cerrada oposición de la mayoría sensata de este país, de la que creo formar parte y esa mayoría hará lo que sea necesario para impedir que el curioso personaje que es Gabriel Boric vuelva a gobernar a Chile con todas las desgracias que él acarrea como parte de su propia personalidad.
Naturalmente, las posibilidades de un nuevo mandato Boric dependerán fundamentalmente del éxito o fracaso del próximo gobierno y, en ese aspecto, hay que afirmarse en una idea central: La única posibilidad de un resurgimiento de la izquierda y centroizquierda en Chile pasa por el fracaso del próximo gobierno, conciencia que añade responsabilidad a quien ocupe La Moneda en los próximos cuatro años.
Orlando Sáenz R.