El domingo 29 de junio tuvo insólito fin la carrera política de Carolina Tohá, como consecuencia de la traición masiva de quienes se habían comprometido a apoyar su
opción presidencial. Estas traiciones que decapitan carreras políticas promisorias han sido frecuentes en nuestra historia política. El caso de Carolina Tohá, sin embargo, tiene
ribetes especiales que la hacen notoriamente más significativa y gravosa. Las carreras políticas arruinadas en su origen por la traición tienen larga historia en Chile nunca ha dejado de
existir el grupo de irresponsables que convencen a un incauto de que tienen grandes opciones y lo embargan en candidaturas que hasta ellos abandonan. A veces, el incauto se alcanza a dar
cuenta antes del veredicto de las urnas y entonces salva lo que puede retirándose con el pretexto de enfermedades o razones personales. Tal fue el caso, por ejemplo, de Julio Durán y de
Pablo Longueira, y también tuvo esos ribetes el vergonzoso episodio en el que el Partido Socialista, instrumentado por Michelle Bachelet, abortó la segunda candidatura de Ricardo Lagos para luego
entregarle un teórico apoyo a un incauto como fue Alejandro Guillier.
Sin embargo, su atroz derrota el 29 de junio no disminuye el hecho de que Carolina Tohá es una meritoria figura política cuyo mayor mérito fue el de transformarse
en alternativa presidencial desde la posición más difícil en que se podía intentar esa aventura. Y ello, porque es muy difícil proponer un gobierno positivo después de haber sido el
principal soporte del peor de los gobiernos. Así toda la candidatura de Tohá habría volado si es que la primaria hubiera sido apenas un show testimonial. Pero entonces aparecieron los
puñales de la traición, la candidata no supo reaccionar haciendo lo único que podría salvar su carrera política, (renunciando en cuanto la primaria se hizo real) y pudo constatar que los únicos
votos que algo disimularon la catástrofe provinieran de quienes la apoyaron solo por conveniencia para la derecha política.
Es difícil imaginar la cantidad de cinismo que será necesaria para recoger los platos rotos. Habrá que “estucar”, a la candidata triunfante para disimular su
servidumbre comunista, habrá que estudiar cuidadosamente las declaraciones de los partidos de centro izquierda para esconder su quiebre doctrinal para entrar al rebaño de las candidaturas
parlamentarias y habrá que divertirse con las piruetas para criticar a lo que le queda al gobierno de Gabriel Boric del que se forma parte integral.
Todas esas posturas insólitas a las que obliga la realidad política ya tienen ejemplos notables. Por ejemplo, el senador Huenchumilla ya se dio a la tarea de
explicar la razón por la que la Democracia Cristiana tiene que ingresar al oficialismo porque sin elegir parlamentarios el partido se muere. Pero resulta que un partido es una doctrina y,
por tanto, no tiene sentido que elija parlamentarios un partido que ha dejado de tenerla. Otro ejemplo notable de inconsistencia es la mantención de Mario Marcel en el Ministerio de
Hacienda. No solo el resultado electoral arrasó con el único real apoyo político que tenia dentro del gobierno si no que quedará enfrentado a una candidata triunfante que, no solo difiere
de su política económica, sino que lo tendrá que hacer con la sustentación de una poderosa ideología contraria a lo que él hace y sabe hacer. Es difícil que encuentre ese apoyo en Gabriel
Boric, que ya solo mira al calendario para ver cual es el cambio de mando o el funeral de Estado que podría darle pretexto para los viajes que lo sacan del infierno que para él es La
Moneda.
Volviendo a Tohá, no lo puedo hacer sin la influencia de mi profunda simpatía. Es la simpatía que se siente por Julio César antes de los Idus de Marzo o por
el almirante Gaspar de Coligny antes de la noche de San Bartolomé o por Gustavo III antes del Baile de Máscaras. Esas fueron muertes reales, pero en el caso de Tohá, es posible que algún
día renazca como opción política porque tiene méritos personales para ello. Desde luego, desempeñó con razonable honor el imposible papel de jefa de Gabinete de un gobierno sin talento ni
programa y obligado al papel indigno de cubrirle las espaldas a partidos programados para defraudar. Tuvo que cargar con culpas que no tuvo y por razones que demuestran una lealtad que
ciertamente no valía la pena. Le va acostar ponerse de pie y la dura experiencia sufrida tal vez le enseñe la diferencia que hay entre la realidad y los deseos hipócritas. Hay muchos
que creen que la traición a Tohá no va a tener costos para una coalición de gobierno que solo tiene por factor de unidad las ambiciones parlamentarias y el temor a la derecha política.
Vamos a comprobar que esos lazos no sirven para generar un programa de gobierno ni sirven para demostrar que se ha avanzado algo durante el gobierno calamitoso que tenemos. Cuando llegue la
hora de la lista parlamentaria única, la traición de Tohá será el recuerdo de como se llega al corazón con puñales de traidores oportunistas.
Estoy seguro de que sobraran los que traten de amortiguar el corrosivo efecto de la traición a Tohá. Será en forma de un ofertón para plegarla a la
candidatura única o para sacarla completamente del escenario durante esta procelosa etapa. Una gran embajada, una gran sinecura o una gran y muda vitrina para engañar al olvido.
Cuando eso ocurra, veremos si valía la pena la resurrección política de Tohá.
Orlando Sáenz