Creo que, a estas alturas, la enorme mayoría de los chilenos estamos acostumbrados a que en la política de nuestro país el sentido común sea un cuerpo
extraño. Todos los días vemos reacciones completamente ilógicas de quienes nos gobiernan y no comprendemos como no las tienen ante otras cuestiones de mucha mayor gravedad. Lo
que motiva esta reflexión es las aparatosas reacciones del gobierno chileno ante un comentario radial de un ministro del gobierno argentino que ha estimado ofensivas para nuestro Presidente y su
régimen. La reacción ha sido hasta cómica, con notas de protesta y respuestas del propio Presidente de la República que con absoluta inconciencia de la dignidad de su cargo, reacciona hasta
en copucheos menores y no titubea en arrastrar la banda presidencial incluso a ridículos mítines callejeros.
Lo que en realidad debería preocupar al mandatario y a su gobierno es que a lo menos dos tercios de Chile opina igual que el Sr. Caputo e incluso que el Presidente
Milei, de modo que sus reacciones son solo cuestión de geografía. Lo peor es que si a los chilenos nos pidieran la opinión, diríamos lo mismo que dicen esas autoridades trasandinas con la
única diferencia que lo haríamos en términos más duros y hasta más ofensivos.
La verdad es que el signo más potente que muestra la decadencia de nuestra patria bajo la égida de gobiernos como el de Boric es que existan un tercio de
nuestros compatriotas que califican de acertado el accionar de este régimen. La verdad es que se trata de un fracaso tan enorme y total que no existe un solo índice de medición que
justifique una opinión como esa. De esa manera, el apoyo a Boric debe entenderse como censo de la proporción de población que no entiende nada ni es capaz del más mínimo análisis
cualitativo y cuantitativo. O sea, es un censo de lo que hemos llamado “NINI” o “Inútiles” a falta de mejores apelativos. En todo caso, lo único ofensivo de las declaraciones de
Caputo y de Milei es que las hagan en Buenos Aires y no en Santiago de Chile, o sea son una cuestión de mera geografía.
Otro caso que resuelve un simple mapa es el asunto de los esfuerzos que está haciendo el régimen para incorporar a nuestra ciudadanía a la riada de venezolanos que
han ingresado ilegalmente y sin antecedentes a nuestro país por mal controladas fronteras. Esos esfuerzos son radicalmente anti chilenos porque esa gente viene a nuestra patria
mayoritariamente a delinquir, como demuestran todos los índices de medición de la criminalidad en Chile. En realidad, el esfuerzo por darles chilenidad a estos inmigrantes ilegales debe ser
vistos como un sistemático plan para incrementar el número de “Inútiles” que ya aflige al país y para recargar servicios y empleos informales que necesitan tantos chilenos de verdad.
Todavía más, para disimular estas siniestras intenciones, el régimen desliza críticas al régimen de Maduro, cuyos desmanes escandalizan a todo el mundo y son el origen de la inédita situación que
ha creado un país moderno el que exporta un tercio de su población por razones políticas y económicas. Al perjuicio directo que causan, estos inmigrantes venezolanos recargan los problemas
económicos de Chile con un flujo de remesas a su patria de cuanto pueden buenamente ahorrar. Las remesas al exterior de extranjeros que ayudan a sus familias y amistades en sus patrias de
origen es una sangría enorme y constante para Chile y el hecho de que no surja ninguna iniciativa para prohibirla, demuestra que las posturas críticas son meras fachadas y que en realidad no
existe ninguna voluntad política para transformarla en hechos concretos. Hace mucho tiempo que un gobierno chileno digno habría cortado las relaciones con la Venezuela de Maduro y habría
prohibido los traspasos de dólares desde nuestra patria a ese país.
Otra vez, se trata de una cuestión de simple geografía y realmente los chilenos tenemos derecho a saber cuánto nos afecta la exportación de capitales que implican
las transferencias mensuales de los emigrantes que han llegado a Chile en verdaderas riadas desde los últimos años.
Otra cuestión que habría evitado que el gobierno de Boric hiciera el ridículo con una simple mirada a un buen mapamundi es su agresiva postura de siempre al
gobierno de Israel. Chile ha reaccionado como si estuviera geográficamente involucrada en el conflicto del Medio Oriente que tiene unas raíces y unas motivaciones tan complejas que
cualquiera se sentiría feliz de no tener que entrar a juzgar y a calificar a las partes enfrentadas. Chile parece ignorar ahora que la postura frente a Israel repercute de inmediato en la
postura frente a Estados Unidos. Recuerdo que hace muchos años me preguntó un amigo cual creía yo que era el país más poderoso del mundo y se sorprendió cuando le conteste que creía que era
Israel. Al pedirme explicaciones le dije: ¿Quién es más poderoso, el gigante forzudo y enorme que posee toda la fuerza del mundo o el enano debilucho y pequeño que está sentado en su hombro
y le dicta lo que tiene que hacer? Meditó un instante y me dijo: “Estoy de acuerdo. Israel es el estado más poderoso del mundo”. De esa manera el trato diplomático de Chile para con
Israel, gratuito como es se parece mucho a un aficionado que desafía a Bobby Fischer en un juego de ajedrez. En este caso, es, otra vez, una cuestión de geografía.
Orlando Sáenz