CONVERSANDO CON MOYA

 

Tengo un singular amigo que se llama Marcelo, pero todo el mundo lo conoce como “Chelo”.  Es singular porque nos conocimos hace muchísimos años cuando fue mi asistente en una empresa que dirigí profesionalmente durante un par de años.  En ese periodo, como muchas veces me acompañó a inspecciones y salidas de Santiago, desarrollamos una relación que llegó a ser casi familiar.  Era furiosamente socialista y, por tanto, cuando adquirió el hábito de visitarme cada par de años, no puede haber sido por simpatía con mis ideas sino que por simple y puro afecto que yo agradezco y retribuyo.  Cada vez que me ve, me comenta que ha leído artículos míos que, naturalmente, no le han gustado.  Pero nunca hablamos de política, de modo que nuestras conversaciones siempre se refieren a como estamos de salud y como está transcurriendo la vida de cada uno.  Me visitó hace unos pocos días y me comentó que había jubilado, que juntaba unos ingresos del orden de $1.500.000 pesos mensuales y que con eso se las arreglaba para vivir estrecha pero dignamente.  

 

Cuando yo, para agradarlo, alabé  su orden y sobriedad para atender a todas sus necesidades con ese ingreso, tuve la pésima idea de asombrarme de que le alcanzara incluso para pagar todos sus impuestos.  De inmediato alzo sus ojos y me dijo: “¿Qué impuestos?  Yo no pago impuestos gracias a que hemos logrado tener gobiernos progresistas, solidarios y protectores de los humildes como yo”.   De allí en adelante se desarrolló un interesante diálogo que trataré de reconstruir para mis lectores.

 

  • OS: ¿Cómo que no paga impuestos? Le aseguro que los impuestos llamados indirectos le quitan entre la mitad y un tercio de sus ingresos.

 

  • CH: Me miró sobresaltado y me dijo: ¿cómo es eso? ¿qué son los impuestos indirectos?

 

  • OS: Son aquellos que no lo gravan como individuo, sino que como consumidor.  El IVA es un impuesto indirecto, pero en el precio de lo que usted compra también hay una parte correspondiente a la descarga que hace la empresa proveedora de los impuestos y gabelas que le impone el Estado a su producción.  Todo eso va a parar al costo de producción y de allí pasa al precio que la empresa proveedora le cobra a usted.  Si usted suma el descubierto IVA, que es casi el 20%, con el efecto en catarata de los impuestos a las empresas y comerciantes proveedores, el resultado será que usted le paga indirectamente al Estado entre un tercio y el cincuenta por ciento de su ingreso puesto que usted se lo gasta mensualmente todo.

 

  • CH: Pero ¡cómo! ¿yo le pago al Estado, todos los días, una carga que suma casi el 50% de lo que me ingresa?  Eso no puede ser.  Usted debe estar equivocado porque ningún gobierno de orientación popular podría hacer algo así.

 

  • OS: Es así y se lo puedo demostrar, si me alcanza ese cuaderno y lápiz que está encima de la mesa.  Y lo haré con facilidad y se lo demostraré si me da un pequeño detalle de los pagos en que incurre a través de 30 días.  Pero, si no tiene un rato de paciencia numérica, hagamos una simulación con un tercio de sus ingresos.  Usted le estaría traspasando indirectamente al Estado $500.000 pesos mensuales o sea $6.000.000 millones de pesos anuales.  Durante su vida laboral entre los 20 y los 65 años, supuesto nada más que un ritmo igual de ingresos y gastos, usted le habrá pagado al fisco $270 millones de pesos y si a esto le suma lo que pagó durante los primeros veinte años de su vida y lo que pagará ahora que está jubilado y hasta una supuesta muerte digamos,  a los 80 años, usted va a llegar a la conclusión de que no es quien cree que es, sino que es una vaquita lechera que va todos los días de la vida a la ordeña, y que por vivir en Chile le habrá pagado al Estado algo así como medio millón de dólares.  Eso es el costo del derecho a vivir porque usted no puede subsistir sin comer, sin pagar servicios, sin hacer lo mínimo que un ser humano necesita, los impuestos indirectos lo perseguirán hasta después de muerte porque los cementerios no son gratis y estarán gravadas hasta las flores que depositen sobre su fosa.  Irónicamente, el único lugar de Chile donde se puede vivir sin pagar impuestos indirectos es en la cárcel, donde el estado gasta del orden de 700 mil pesos mensuales por cada reo, cuenta que naturalmente va a parar a lo que paga Moya. 

 

  • CH: ¡Qué escándalo! ¿y por qué el Estado necesita gravar de esa manera hasta al que vive en condición de calle?  ¿es que no puede financiarse de un modo más humano?

 

  • OS: El Estado si puede financiarse solo con impuestos directos y otras cosas que implican grandísimos ingresos. Pero ese Estado que funcione de tal manera, no será el que desean y necesitan las esferas políticas, no será un Estado en el que quepan las fundaciones de papel que estafan al fisco al amparo del gobierno, no será el de los ministros que pierden cajas de fondos con papeles seguramente incriminatorios, no será el que cabalice terrenos agrícolas que luego se convierten en urbanos con enormes ganancias de plusvalías mal habidas, no será el de cientos de municipalidades de oscuras maniobras financieras.  No será el Estado que compra propiedades a varias veces su valor real.  No será el de gastos reservados para las Fuerzas Armadas, los subsecretarios que pellizcan subalternas, ni será la justicia que trafica con sus propios expedientes y nombramientos de quienes se suponen destinados a juzgar a sus semejantes.    

 

  • CH:  Don Orlando ¿me podría usted explicar cómo se podría construir ese estado que efectivamente merecería los epítetos de progresista, solidario y protector y que no me cobrará a mí medio millón de dólares por darme una supuesta seguridad de vida, una educación de pésima calidad y una salud morosa e insuficiente?

 

  • OS: Con todo gusto lo haré Chelito.  Pero en una semana más cuando usted vuelva a verme y yo pueda también reproducir nuestro diálogo.  En esa oportunidad le mostraré como se puede construir un neoestado en el marco de una neodemocracia que solo se financiará con un bien diseñado sistema de impuestos directos, con royalties de riquezas naturales y de muchos otros ingresos que son lógicos y legítimos.   Claro que ese Estado no será del tamaño ni del dispendio del actual, pero será justo, sólido y poderoso gracias al uso cada vez más intenso de las tecnologías que hoy día existen.  Entretanto, tenga un poco de paciencia y recuerde siempre un par de cosas. Hoy día usted no se llama como dice su cédula de identidad, sino que en realidad es el mítico Moya, el que se queda en la mesa después del banquete porque tiene que pagar la cuenta.  Yo no soy su amigo, soy su hermano porque también me llamó Moya.  Llegar a la neodemocracia y al neoestado, nos costará una revolución en que lucharemos codo a codo y donde tendremos muchísimos enemigos que son los acostumbrados a vivir del Estado ineficiente y corrupto de ahora.  Pero no desmaye porque tiene siempre que acordarse de que “los Moya, unidos, nunca serán vencidos”.



Orlando Sáenz