CONSTRUYENDO MUSEOS

Hasta hace pocos días, yo creía que el mayor museo del mundo era el Hermitage de San Petersburgo y que los mas grandes fundadores de museos de la historia eran los Medici o Catalina La Grande.  Pero un reportaje que vi en Eurochannel me hizo darme cuenta de que estaba equivocado y estaba siendo injusto.  Y eso, porque el reportaje demostraba que Cuba es un museo muchísimo mas grande que el Hermitage y que el comunismo es mucho mas enorme constructor de museos que cualquier otro en la historia.

 

El reportaje que me abrió los ojos se refería a un heroico grupo de cubanos que, a costa de ímprobos esfuerzos y sacrificios, mantenían en funcionamiento unos escombros de automóviles Lada de la década de los 60´s y, en homenaje al entrevistador, los hacían desfilar en caravana esquivando a un trafico de carretelas tiradas por caballos que circulan por la ciudad sin necesidad de semáforos ni tacos.  Contaban sus odiseas para conseguir repuestos que traían en sus maletas visitantes de buena voluntad o tenían que improvisar con arduo trabajo en talleres artesanales.  Su recompensa era saber que el valor de mercado de esos cacharros arreglados era del orden de US$25.000, eso si es que en Cuba existe mercado.

 

La visión de ese reportaje me hizo recordar las varias veces que he estado en Cuba desde 1950 en adelante.  Pero ahora reviví esos recuerdos bajo un nuevo prisma, y me di cuenta que, en verdad, Cuba parece un museo de antigüedades.  Porque en Cuba todo es antiguo y pareciera que el tiempo allí se detuvo a mediados del siglo XX: edificios sucios y descascarados, ritmo de vida como el de un pueblo chileno de entonces, silencio impropio de una gran ciudad porque no existe el fragor del tráfico.  Es el efecto de setenta años de dictadura comunista que, en el caso de Cuba, golpea más porque a pocos kilómetros de distancia se puede ver una imagen de lo que podría haber sido hoy Cuba sin la catástrofe del comunismo.  Y ello porque Miami es hoy, en buena medida, la obra de los cubanos que eligieron la libertad y, sin mas que lo puesto, huyeron a tiempo del puño que los ha oprimido por más de setenta años.

 

Todavía más, el reportaje me hizo pensar también en lo que vi en todos los países bajo regímenes comunistas que visité en el pasado:  Rusia, China, Alemania Oriental, Hungría, Yugoslavia y, por supuesto, Cuba.  Y, mirándolos bajo el mismo prisma, me di cuenta de que todos ellos parecían museos: el mismo silencio, el mismo ritmo de vida de pueblo, la misma decrepitud.  En algunos de esos países tuve el privilegio de ver viviendas particulares en que me encontré con recuerdos de mi niñez, como refrigeradores desvencijados, neveras, cocinas en precarisimo estado, radios a galena y ropa de otra época.  Todo eso me hizo ver que el atraso es un sello del comunismo y el más evidente síntoma de su incapacidad para forjar una economía dinámica. En algunos casos, la pobreza general del país era, en algún grado, una explicación.  Pero dentro de algunos de esos países visitados, sin duda existía una tecnología de punta porque eran capaces de enviar vehículos al espacio y dotarse de un armamento de primera línea.  Tal, por ejemplo, el caso de Rusia, en que el atraso popular no era efecto de pobreza nacional si no de una política de espaldas al pueblo y solo instrumento de una cúpula fanatizada. 



Siendo un hecho comprobado y comprobable que los gobiernos comunistas llevan al mas acabado fracaso económico, cabe preguntarse si estos fracasos son coincidencias u obedecen a causas estructurales.  Incluso dejando de lado el hecho de que algo que ocurre siempre y sin excepciones en decenas de casos no puede ser coincidencial, cuesta poco descubrir las causas estructurales que condenan a los gobiernos comunistas a convertir en museos los pobres países que caen en sus garras.  La doctrina comunista es dogmática en la total inhibición de la iniciativa privada y, como ésta es el más poderoso factor de progreso material, los regímenes comunistas se condenan al fracaso al prescindir de él.  Como el análisis de esto ha sido tema de otras reflexiones anteriores, remito a ellas a mis posibles lectores y, al mismo tiempo, les prometo enfrentar próximamente la mas candente pregunta de nuestros tiempos: ¿no está demostrando China que un régimen comunista puede ser económicamente exitoso?

 

Pero el nunca desmentido fracaso económico de los gobiernos marxistas ortodoxos es la menos grave de sus consecuencias.  Si se le pregunta a internet cuales son los dictadores mas genocidas de la historia de la humanidad, la respuesta nos deja atónitos incluso a quienes estamos más preparados para recibirla: el régimen de Mao, que es el campeón, le costó a China ¡78 millones de muertos! y el de Stalin, el escolta, le costo a la URSS ¡23 millones de cadáveres!  Como Rusia y China fueron las escuelas predilectas de formación de los lideres comunistas chilenos, precisamente en los días en que ocurrían esas catástrofes, se puede juzgar el cinismo que se requiere para pretender hoy día aprovechar la ignorancia de muchos chilenos para erigirse en campeones de los derechos humanos.

 

Afortunadamente, la plaga del comunismo se convirtió también en una pieza de museo que solo subsiste en rincones de escaso desarrollo.  Como la historia tiene muchas veces ironía, ha muerto a causa de su propia experiencia como gobernante porque, de haberse mantenido como teoría, seguramente tendría una falange mundial de idealistas y utopistas como partidarios.  Pero los muertos de Mao, Stalin y otra caterva de matones de menor talla, pesaron demasiado como para poder subsistir.

 

En vista de todo lo señalado, cabe preguntarse qué pasa en Chile como para que el PC tenga un segundo aire capaz de convencer a toda una clase política de izquierda democrática de que su gobierno de veinte años fue un fracaso a pesar de pasar a la historia como el ciclo virtuoso mas progresista que el país ha conocido.  Pero la respuesta es fácil.  Lo que ocurre en Chile es que ha llegado a su edad protagónica la generación que sufrió el derrumbe de la educación chilena y cuya consecuencia es la de un amplio sector que si no sabe quien fue O´Higgins menos sabe quienes fueron Mao y Stalin. 

 

En verdad el comunismo fue una plaga peor que el covid 19 que segó la vida de muchas decenas de millones de seres humanos en el siglo pasado.  Afortunadamente es una plaga que tiene una vacuna infalible y al alcance de todos, cual es un libro de historia del siglo XX.  Nadie que lea ese libro dejará de estar inmune a los cantos de sirenas del comunismo.

 

Pero si a pesar de todo, usted quiere que su nieto viva en un museo, vote por Jadue en noviembre.

 

Orlando Sáenz